Con motivo del décimo quinto aniversario que cumple nuestro medio Periódico digital rociero, rescatamos el recuerdo de esta editorial del pasado mes de octubre de 2.021.
Cuando la Virgen está en su pueblo, hay una sensación extraña en la Aldea. Por un lado, se es consciente de que el Santuario es un templo de oración, donde se encuentra el Señor en su sagrario. Por otro lado, también sabemos que la imagen de la Virgen es acaparadora de las miradas y que, durante nueve meses y cada siete años, llena de gloria a su pueblo desde el Altar de su parroquia de la Asunción.
Esa “ausencia” es solo temporal, pero el Rocío está tan lleno de Ella que todo nos habla de su imagen allá por donde pasamos.
Caminar por el paseo marismeño nos recuerda la grandeza de la creación que vive a los pies de su blanco Santuario. Pisar la arena de aquel paraje sin igual nos recuerda los caminos que se recorren para llegar a sus plantas. La arquitectura de sus casas, tan característica del paisaje rociero, nos recuerda que allí todo es distinto. El encontrarnos con cientos de elementos y mosaicos alegóricos al Rocío en cualquier calle de la Aldea, nos recuerda que es Ella la que manda, Ella es la dueña, la Reina y Pastora del lugar.
No es vacío, por tanto, lo que se llega a sentir. Es una mezcla de sentimientos, un “Sin ti, pero contigo”. Pero lo que sí es cierto es que, cuando la imagen no está en su ermita, es cuando nos damos cuenta de su poder de convocatoria, de su atracción espeluznante, de su imán absoluto. Un imán que lleva a los peregrinos a buscarla allí donde esté, ya sea en el Santuario, ya sea en la parroquia almonteña.
Su llamada es escuchada y los rocieros responden a la invitación que nos hace de orar ante Ella, de confiar en Ella, de seguir agarrados a sus manos y de ponernos a buen recaudo bajo su manto.
Ahora es Almonte quien tiene el privilegio de verla en su día a día, de disfrutar de su presencia por doquier, de alimentar sus corazones reteniendo en ellos la imagen de la Virgen, porque nueve meses pasan volando, en un abrir y cerrar de ojos, y más pronto que tarde, comenzará de nuevo esa cuenta atrás de siete años hasta que regrese de nuevo a su pueblo.
Mientras eso ocurre, los que visitan la Aldea, tal como respiren, estarán dejando entrar en sus pulmones el amor de la Virgen que lo llena todo, y los que visitan a Almonte, caerán rendidos cuando contemplen la imagen de la Virgen del Rocío en medio del fervor de su gente.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es