Rescato, cinco años después, la editorial que el pasado 2.020 escribía por estas fechas. Su recuerdo forma parte de la selección de diversas editoriales para conmemorar el décimo sexto aniversario de Periódico digital rociero, que este año hemos celebrado.
Tengo el corazón dividido. Sí. Lo tengo dividido porque me pongo en la piel de los que tienen negocios o empresas que sacar adelante y entiendo que no podemos dejar que la economía del país se paralice viendo perecer los comercios de toda una vida o los que, con menos tiempo, no pueden verlos crecer y consolidarse.
Me pongo en la piel de los que tienen familia fuera de sus pueblos y ciudades, y que justo en estas fechas tan especiales de la Navidad, no podrán verse, reunirse, celebrar juntos la alegría del reencuentro.
Pero también me pongo en la piel de los sanitarios que están trabajando a destajo para que no se pierdan más vidas, como locos alertando de que no es ninguna broma, ni ninguna mentira la pandemia que estamos viviendo, avisando de que todo el sacrificio es poco si no queremos entrar en una tercera ola de contagios.
Y ante esta incertidumbre, más que nunca, en este Adviento del año 2.020, repito una y otra vez, y con todo mi corazón: “Ven, Señor Jesús. Ven a salvarnos”. Lo repito porque solo Él puede hacer posible lo que el hombre por sí solo no puede. Solo de Dios es la vida y la muerte. Solo a Él necesitamos en esta Navidad tan próxima para que nos sintamos a salvo, para que no perdamos la paz.
Más que nunca busco a la Virgen del Rocío, más que nunca le hablo desde mi silencio, más que nunca la miro y le imploro lo que le decimos tantas veces en las letanías: “Salud de los enfermos, ruega por nosotros”.
Todo está siendo distinto este año. Fue distinta la Semana Santa, fue distinto el Rocío, y ahora será distinta la Navidad, pero lo esencial es lo mismo hoy, como lo fue ayer y como lo será mañana. Porque absolutamente todo pasa. Pasamos las personas, pasan los momentos, pasan las situaciones… Todo, todo pasa, pero solo perdura el amor de Dios en nuestras vidas, la presencia de la Virgen en nuestro caminar de cada día, y a ellos nos tenemos que agarrar, y suplicarle el bien, la paz y la salvación, ser librados por su mano de todo peligro.
Madre Santa, Madre bendita del Rocío, enséñanos a ser fuertes, a no bajar la guardia, a ser constantes en la oración, y a tener empatía con nuestro prójimo. Porque esa empatía y la fe que tenemos en ti y en el que llevas en tus manos, será la que nos permita salir victoriosos de esta pandemia y, si Dios lo quiere, seguir sentándonos a la mesa sin que nos falten los que más queremos, seguir caminando cada día sin que se pierdan más vidas, seguir celebrando la Navidad como siempre lo hemos hecho. En ti confiamos.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es








