No quería dejar pasar por alto este día en el que se recuerdan a los niños por nacer, en una etapa en la que gran parte de la sociedad pide a voces que nuestros gobernantes tengan en cuenta a esos seres indefensos que tienen vida y que, desde el momento en que son engendrados, tienen un corazón latiendo.
Me pregunto qué hubiera sido de cualquiera de nosotros si nuestras madres hubieran decidido en nuestras primeras semanas de gestación, sacarnos de sus entrañas.
Quiero tener un recuerdo por todos esos niños que están por nacer, pero también por aquellos que no llegan a hacerlo. Por los niños que están creciendo y tejiéndose en el vientre de sus madres, pero también por aquellos a los que les cortan los hilos para que no llegue a contemplarse el final de la obra. Por aquellos que son aguardados con cariño, pero también por aquellos que son repudiados por no haber llegado en el momento oportuno o por no haber sido deseados.
Mi agradecimiento a los padres y madres que, por encima de la adversidad, saben encontrar cómo sacar a sus hijos adelante, se quedan sin nada por dárselo a ellos y buscan por todos los medios que nada les pase durante su tiempo en el vientre materno.
Mi agradecimiento a tantas madres coraje que, a pesar de los pesares: de haber concebido un hijo a edad demasiado temprana, de haberse quedado embarazada en el peor momento económico, laboral o existencial, siguen adelante para darles la vida a sus hijos, y se enfrentan al mundo para salvarlos a ellos.
Mi admiración por las que buscan en los ojos de la Virgen del Rocío, la ayuda necesaria para ser buenas madres, y le piden un día y otro, que aquel o aquella que llevan en sus entrañas lleguen sanos y salvos a esta vida y que, una vez en la vida, no les falte ni el consuelo ni la protección de su manto protector.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es