Lo más agradable y lo menos agradable te puede pasar a ti. Por eso es tan importante no juzgar a los demás, evitar los chismes, huir de la mediocridad, decir la verdad, actuar con humildad y no tratar a nadie con altanería, prepotencia o desprecio.
Te puede pasar a ti, que hoy estés viviendo como en un cuento de hadas y mañana sientas que te ahogas como si quisieras escapar de lo más profundo del océano.
Quizá hoy te toque gozar de una salud plena y mañana tengas que estar batallando con la enfermedad.
No somos más ni menos que nadie. Todos somos iguales. Todos tenemos tareas que hacer, prioridades, sentimientos, compromisos… Da igual que tengas una fortuna o que no tengas un euro ni para tomarte un café en un bar. Da exactamente igual, porque lo uno y lo otro te puede pasar a ti.
Puedes nacer en una familia adinerada y quedarte en la ruina o nacer en una familia sin posibilidades económicas y hacer crecer una gran fortuna.
Hoy puedes estar criticando a alguien por tu inseguridad y mañana ser la persona a la que tengas que pedirle ayuda. De igual modo que hoy puedes estar aporreando puertas donde encontrar ayuda y mañana ser tú quien abra las tuyas, para darle a otros en abundancia.
Seamos siempre amables, educados, correctos con nuestro prójimo. Sin importarnos los harapos con los que alguien que se nos acerca está vestido, porque esa misma persona puede que mañana tenga que donarte su ropa a ti para que tengas con qué vestirte.
Nunca sabes los vaivenes con los que la vida te puede sorprender, pero lo que tengo claro es que a todos nos da lecciones día tras día.
Y para vivir en esa actitud de sencillez, miremos una y otra vez a la Virgen del Rocío, no despeguemos nuestros ojos de los suyos. Busquemos sus ojos en nuestros corazones y Ella nos indicará quién es la fuente de su luz, cómo aprender a ser mansos y humildes como el que lleva en sus manos, el Pastorcito Divino.
En Ella tenemos el mejor de los ejemplos para que el alma se nos llene de agradecimiento. Porque lo que somos y lo que tenemos no nos pertenece. Todo es del Señor y a Él le debemos inmensa gratitud, sin reprochar nada, aceptando su voluntad y sabiendo traducir en cada momento lo que quiere decirnos.
Cuando así lo hacemos, cuando el abandono en sus manos es de verdad, todo se torna para bien.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es