Recordamos en esta jornada de la Semana Santa, cómo Jesús se anticipa a la traición de Judas y se lo comunica a sus discípulos.
La experiencia de la traición es algo por lo que, en mayor o menor medida, todos hemos pasado alguna vez.
Tan dolorosa es la traición de un miembro de tu propia familia, como la traición de un amigo, a quien tú eliges como si fuera familia, y todavía más doloroso es verte venir esa traición y, aún así, sentarte en la misma mesa, como si nada estuviera pasando.
No puedo imaginar cómo sería el momento en el que Jesús estuvo compartiendo el pan y el vino con Judas, sabiendo que sería quien lo iba a traicionar.
Hoy, en mi editorial, al hilo de este martes Santo, que nos trae el recuerdo de este momento de la vida de Jesús, quiero contemplarlo en mi corazón, y llevar hasta su corazón hasta su corazón generoso a todas las personas que, en la actualidad, sufren los efectos de traiciones inmerecidas y las secuelas del dolor que produce haberlas vivido.
A su corazón, pasando primero bajo la mirada de nuestra Madre y Reina del Rocío, quiero acercar a las personas que, por haber sido traicionadas vilmente, les cuesta confiar en los demás para no recibir más daño del que ya recibieron.
Y en su corazón pongo también nuestra actitud cuando es alguien quien deposita su confianza en nosotros. Que no hagamos con los demás lo que no queremos para nosotros mismos, que antepongamos el valor de una confidencia, el valor de quien nos abre su corazón para despojarse de cargas que no pueden llevar solos y encuentran en nuestra escucha y en nuestra palabra el alivio que necesitan.
Que la Virgen nos cubra el alma con el Rocío de la honestidad, la cercanía, el respeto, la empatía con los otros y la empatía. Que su Rocío nos conceda los frutos del don del amor, porque es el amor verdadero el que nunca traiciona.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es
