Me preguntaron hace unos días qué es lo que yo veía en El Rocío para gustarme tanto. La pregunta venía de alguien que no tuvo una de sus mejores experiencias en El Rocío y una sola vez le bastó para no volver a pisar más la Aldea, dentro o fuera de la romería.
Y lo voy a intentar responder aquí, en la ventana desde la que me dirijo a los lectores de periodicorociero.es y que, personalmente, me viene bien para reflexionar interiormente.
¿Qué es lo que veo en el Rocío?
Lo tengo muy claro: a la Virgen, a su Niño, y con eso tengo más que suficiente. A una imagen que me transporta de una manera indescriptible a lo espiritual y me lleva de su mano a una más asidua y mejor relación con Dios.
¿Qué es lo que veo en el Rocío?
Todo lo que su imagen mueve: Mueve masas, mueve corazones, mueve almas, mueve sentimientos, mueve emociones, mueve hasta las entrañas, porque estoy convencidísima de que, más de una embarazada, ha podido sentir ante Ella lo que sintió su prima Isabel cuando la vio aparecer para ayudarla.
La Virgen, la imagen de la Virgen del Rocío, tiene para mí un embrujo misterioso que hace que todo se nos mueva por dentro. Y lo digo con conocimiento de causa, porque he tenido la suerte de conocer a personas que han experimentado tremendas transformaciones gracias a su mediación. Transformaciones, a veces, espeluznantes, desde sanaciones que parecían imposibles, hasta reconciliaciones entre familias y amigos que decían haber borrado del mapa de su mente todo recuerdo que viniera de unos u otros.
He visto a gente arrepentirse de verdad, he visto cómo situaciones insostenibles cambiaban de un día para otro, tan pronto se acercaban con verdadera fe a Ella para implorarle su intercesión.
He visto que, tarde o temprano, se alcanza lo que le pedimos y se afianza lo que le agradecemos.
¿Qué es lo que veo en El Rocío?
Una marea de paz envolviendo el ambiente en el que vive la Señora, y lo mismo da que esté su templo lleno, sin que quepa un alfiler, o que esté vacío, con el Santero pendiente de sus cuidados y apenas tres o cuatro visitantes que, aprovechando el silencio y la soledad, oran con la esperanza de ser escuchados mejor. Lo mismo da, porque Ella lo llena absolutamente todo y sella con tal gracia los corazones que se le abren que, así, de golpe, al mirarla, quedamos seducidos por el Espíritu Santo.
¿Qué es lo que veo en El Rocío?
Una procesión que me acapara, desde que la Virgen sale de su altar hasta que regresa a él, sana y salva, después de haber repartido también la sanación y la salvación a los que la recibieron a su paso, a los que la miran, a los que antes sus ojos no son capaces de decir nada, pero hablan con sus lágrimas cargadas de plegarias y agradecimientos; a los que le cantan, a los que le rezan, a los que saben que asirse a sus varales cada día del año para traerla a nosotros y zarandearlo para que nos vea, para recordarle en cada salve que vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos.
Sé que ir al Rocío es correr riesgos, y depende de con quién vayas, de lo que hagas, de lo que veas y de lo que te enseñen, tendrás tus propias conclusiones, pero solo hay un Rocío, la Virgen. Ella sí lo centra todo y, lo demás podrá gustarte más o menos, pero es añadidura.
Lo único importante para que me guste tanto el Rocío es la Virgen del Rocío, a la que quiero con locura, con todas las fuerzas de mi alma.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es