Qué verdad tan gran es ese dicho tan popular que hoy da título al editorial del día: “Quien algo quiere, algo le cuesta”.
Proyectamos cómo nos gustaría que fuera nuestra vida, soñamos con cosas que nos parecen inalcanzables, buscamos tener el estado ideal de bienestar… Cada uno tiene sus propias inquietudes y necesidades, pero nada se regala así, porque sí. Nada llega por arte de magia y pocas veces son producto del azar.
Todo lo que soñamos y deseamos, todas esas metas a las que queremos llegar, todos los objetivos que ansiamos alcanzar, todos los exámenes que necesitamos aprobar, todos los trabajos que anhelamos conseguir, todo lo que dibujamos con la imaginación como perfecto, no llega a nosotros con la varita mágica de un mago.
Todo empieza como un acto de fe, y continúa con el esfuerzo, la fuerza de voluntad, el entusiasmo, la perseverancia, y el no tirar la toalla apenas aparece un obstáculo en el camino.
Sí. Es verdad. Quien algo quiere, algo le cuesta. Ni la mariposa llega a tener alas sin ser oruga, ni un monumento se levanta sin las piedras de una cantera, ni los campos se alfombran de verde sin la lluvia o la tormenta. Pero la necesidad de tener alas, le mereció el sacrificio a la mariposa, la obra maestra del monumento que aún se mantiene en pie, le mereció la pena al obrero que, piedra a piedra, ayudó a construirlo y la hermosura de paisajes sorprendentes, mereció que el campo soportara el ensordecedor soplido del viento, el atronador sonido de la tormenta y la abundancia desbocada de la lluvia.
Así también los rocieros que van al encuentro con su Madre, soportan el calor o el frío, el agua o la sequía, con tal de postrarse a las plantas de la Virgen del Rocío y, una vez ante Ella, con Ella y para Ella, cantar alabanzas en su presencia, celebrar la alegría de haber superado la dureza del camino y dar gracias por haber llegado a descansar en su regazo.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es
