miércoles, abril 30, 2025
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Adónde iba a ir yo sin Ti

Por esas cosas de cada día, por devoción, por vocación y por convicción, hoy vuelvo la mirada a la Virgen otra vez. Sería difícil dejar de practicarlo cuando, desde niña, es algo habitual para mí. Me dirijo a Ella tan pronto abro los ojos, y le confío lo que venga por delante en la jornada. Nunca he tenido la sensación de que fuera algo rutinario, más bien, si dejara de hacerlo, me faltaría algo tan importante como el aire para respirar, me sentiría incompleta.

A veces esa confianza se la sigo manifestando incluso cuando lo que realmente desearía es “dejar de mirarla”, porque me enfado con Ella cuando no me siento escuchada o atendida en la medida que yo quisiera, pero hasta enfadada le hablo, porque tras el enfado surge de manera espontánea el arrepentimiento de corazón y también esa frase que está tatuada en mi alma y que le repito de mil maneras distintas: “Adónde iba a ir yo sin Ti”.

Cada vez que repito esa frase se afianza mi confianza en Ella. Sé perfectamente que todos los dones, todas las gracias, todo bien es Dios quien lo concede. Sé que es el Señor el que quita y el que da, y sólo su Poder es capaz de crear de forma milagrosa millones de caminos para indicarnos cuál es el que, para cada uno, es más apropiado. Pero también sé, amigos lectores de periodicorociero.es – Periódico digital rociero, que con la Virgen del Rocío como mediadora esos dones, esas gracias y todo el bien llega con más garantía hasta nosotros, porque nada reblandece tanto el corazón de Dios como la ternura inagotable de la que escogió para ser la Madre de su Hijo.

Por eso, en esta mañana, con el sol llenando de luz cada rincón del planeta, quisiera invitar a los que se sienten cansados y sin fuerzas, a los que están pasando momentos de dificultad, a los que desesperadamente pelean con la enfermedad para que la salud salga vencedora, a los que estáis buscando trabajo, a los que queréis ser padres, a las familias que luchan por mantenerse unidas, a los que sufren por la razón que sea, que se encomienden a la Virgen. Acudid a Ella con la certeza de que sabe convencer a Dios antes que nosotros lo hagamos. Buscadla para que os lleve hasta el pozo de donde mana el agua viva que quita la sed, llamadla para que no aparte sus ojos de los vuestros y, por encima de todo, confiadle cuantas penas y alegrías haya en vuestros corazones, porque nunca quedaréis desatendidos sino que recompensará con creces la Fe con la que llegáis hasta Ella.

Francisca Durán Redondo

Directora de periodicorociero.es

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