Recuerdo aquella primera vez que te vi… Se me pierde en el tiempo aquella primera vez que, cuando era un niño, mi madre me montaba en el autobús e íbamos a verte.
Siempre me hablaron de ti, siempre te tenía por la casa, mirase donde mirase allí había una foto o un almanaque tuyos y me enseñaron desde muy pequeño que tenía dos mamás y que siempre estarías conmigo, pasase lo que pasase y, la verdad, sentía de alguna manera que estabas a mi lado.
Lo que sí es cierto es que sentía mucha curiosidad por lo que me contaban otras gentes sobre el Rocío: noches de estrellas, caminos de arenas, cantes alrededor de la candela y, todavía me sorprende mucho ver que, cada año, por primavera, vienen personas de todas partes del mundo a este rincón de Huelva para estar contigo.
¡Cuántos recuerdos, Madre!, y me sigo acordando de aquellas noches de guardia, esas noches que he pasado contigo hablando, contándote mis cosas y, en definitiva, soñando…
…Esas noches de tormenta, esas noches de aguacero en esa Iglesia tan fría, esas cabezaditas que daba en aquel sofá, sabiendo que todo estaba bien y que eras tú la que nos guardabas.
Desde pequeñito sabía que estabas ahí, como mi ángel de la guarda y no tengo miedo a la oscuridad ni a lo desconocido porque desde siempre me has guardado mis sueños, por eso, sintiendo tu presencia, voy dando gracias al Pastorcito Divino por lo que soy y por lo que tengo, y darte gracias porque en los momentos difíciles eres mi cirinea, mi consuelo y no sé qué sería de mí si no estuvieras ahí, tú que eres mi madre, mi amiga, mi confidente, quien mejor me conoce y le habla al Pastorcito de mí para que todo vaya bien y no tenga miedo.
Gracias, Madre, por ser lo que soy y te ruego que sigas intercediendo ante tu hijo por mi familia.