Por mucho que queramos organizarnos un año a partir de un día uno de enero, es cuando pasa el día de la Epifanía, y sus posteriores festivos o fines de semana, como es el caso de éste nuevo año, cuando se intenta poner en orden lo que nos hemos propuesto.
La mayoría de las personas aguarda a que pase la primera quincena y arranca entonces con fuerza, algo aletargados todavía de tantas fiestas, comilonas, prisas, carreras, preparativos, regalos… Pero qué duda cabe de que hoy vuelve a ser algo así como “un punto de partida” en el que cada uno quiere poner en práctica aquello que se ha propuesto cumplir: dieta, dejar de fumar, hacer deporte, llevar una vida más familiar, más tranquila, cumplir objetivos varios.
Pensándolo bien, es lo que solemos hacer cada año llegadas estas fechas que tanto nos sirven para correr como para frenar e intentar ordenar un sinfín de cuestiones.
Pero lo más urgente y lo únicamente necesario es poner en orden el interior para que funcione lo exterior. Justo aquello a lo que prestamos menos atención, justo aquello a lo que no le damos prioridad, justo aquello que pasa por menos importante es, paradójicamente, lo que podría cambiar el rumbo de toda una vida.
Y es que es así, buscar cada día un rato para estar a solas con la Santísima Virgen del Rocío, en la ermita del corazón, dejar que Ella nos acerque a Dios y, en su presencia, ir pidiendo para todo instante, para toda circunstancia, y para todo lugar, su luz, su ayuda, su mano y su protección. Porque en la presencia de Dios todo se ilumina. Cualquier resquicio de oscuridad encuentra en nuestra cercanía a Él las respuesta a esas tantas preguntas que a veces nos dejan sin fuerzas, cansados de esperar.
No son necesarias tantas cosas y solo Dios es el imprescindible, el que lo puede todo. Él, que nos conoce hasta el fondo de nuestras almas, que es capaz de escudriñar los corazones y llegar adonde nosotros mismos no llegamos, tiene la llave para que las cosas cobren sentido.
¿Realmente no sabes lo que quieres? ¡Guarda silencio! Busca un ratito para calmarte, dile a la Virgen que Ella calle todos los ruidos que te aturden, dile a Dios que te dé luz para que respondas, principalmente, a esa pregunta: ¿Qué quiero? ¿Qué es lo que necesito realmente?
Cuando lo sepas, te darás cuenta de no hace falta amontonar tanto propósito y que, en la medida en que sabemos lo que queremos, Dios nos da la fuerza para ir tras ello y la Virgen del Rocío nos da su mano para que no perdamos de vista la meta.
Arrancamos, sí, y lo hacemos con la mirada puesta en la mirada de la Virgen del Rocío, con el corazón abierto a todo tipo de bendiciones y con las manos preparadas para recibir la bondad, el bien y el amor.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es