Hoy se celebra el día Internacional contra la violencia de género.
Existen numerosas y variadas formas de violencia. Normalmente entendemos por “maltrato” el que se realiza físicamente, ejerciendo algún daño en el cuerpo de la otra persona. Sin embargo hay muchas maneras de maltratar y ninguna de ellas está justificada.
A veces podemos no ser conscientes de estar maltratando a nuestro prójimo. Cuántos semejantes se miran con indiferencia, se tratan con desprecio, se hieren poniendo el dedo en la llaga que más duele, se infravaloran, se lanzan palabras que queman más que el fuego y que atraviesan más que una flecha… Eso también es maltratar.
La línea entre la discusión de pareceres y la agresión verbal no es tan gruesa como suponemos. El que más y el que menos anda, a veces, haciendo equilibrios por la cuerda floja.
Muchas parejas sufren las consecuencias de la violencia, pero también la sufren padres, madres, hijos e hijas, hermanos, miembros de una misma familia y, me van a permitir que aquí no emplee el término “amigo” para decir que estos últimos también lo sufren, porque el amigo de verdad no querría un mal así para nadie.
Es sorprendente que el ser humano sea capaz de hacer daño hasta la muerte. Es impactante que alguien que dice querer a otro pueda llegar al insulto, a la falta de respeto, a la humillación, al linchamiento y, en casos extremos, al asesinato.
Justificar un acto violento te convierte en cómplice de la violencia. Por eso es imprescindible y urgente que, cada vez más, se recuperen valores perdidos, -tristemente perdidos-, y empecemos a sembrar en nuestras vidas semillas de Paz para que nadie se empecine en hacernos creer que hemos de prepararnos para continuas guerras.
Frente a la violencia entreguemos una semilla de Paz y dejemos asomar los frutos que hemos cosechado a fuerza de sembrarla, de regarla, de trabajarla… Que no exista un ápice de violencia en nuestros pensamientos, palabras ni acciones.
A la Virgen del Rocío le encomendamos hoy a tantas víctimas que perdieron su vida cruelmente y sufrieron la tortura de quienes se excusaban en el amor para llevarlas a la muerte.
Y como diría San Pablo: “El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
El amor no pasará jamás.”
Quien te ama de verdad no te quita la vida, antes la da por ti.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es