Ayer se abrieron las puertas de la Semana Mayor y hoy Cristo continúa su camino, indicándonos la importancia de su pasión, recordándonos que su sufrimiento no fue en vano, que su calvario no cayó en saco roto y que todo le valió la pena por nuestra salvación.
Entender un Amor tan grande, con letras mayúsculas, sin límites, sin más condición que la de enseñarnos a amar, no es tarea fácil a no ser que seamos asiduos a la Palabra de Dios que nos ayuda a entender ese lenguaje de Jesús, nuestro Pastorcito Divino.
Hoy es Lunes Santo, y las procesiones volverán a engancharnos, saldremos a la calle para acompañar el dolor de Cristo y de María, algunos vestirán su túnica nazarena, otros serán meros espectadores del transcurrir de los cortejos y pasos, y otros seguirán aprovechando el sol en las playas o en la sierra en sus días de vacaciones. Todo esto haremos echando manos de nuestros recuerdos, porque es un Lunes Santo diferente. Un Lunes en el que, de la mejor manera que podemos ayudar, es quedándonos en casa, cerca de Cristo sufriente, de Cristo en los enfermos, de Cristo en miles de fallecidos por la pandemia del coronavirus.
Me atrevo a decir, que una gran mayoría de lectores de las páginas de periodicorociero.es – Periódico Digital Rociero, son cristianos y rocieros, y por eso deseo aprovechar desde la suerte de escribir a diario en esta editorial, para recordar a todos que no dejemos pasar desapercibido estos días importantísimos de redención y misericordia. Que cuando miremos a la Santísima Virgen del Rocío, lo hagamos para llegar a Cristo, que cuando veamos en sus manos al Pastorcito Divino, sepamos descubrir lo que hay tras su sonrisa, que cuando acudamos a Ella sea para decirle una y otra vez que nos conduzca al que es camino, verdad y vida, al único que lo puede todo, al que dio su vida por nosotros.
Ojalá este Lunes Santo no sea un Lunes Santo cualquiera, sino un día para vivir desde la profundidad a la que el Evangelio nos invita.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es