martes, diciembre 10, 2024
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¡Venga, que yo estoy contigo!

«Hay problemas que jamás hubiéramos resuelto si fueran realmente nuestros problemas.» (Kafka)

Cuando nos sentimos agobiados, atrapados, preocupados por cualquier cosa, cuando tenemos algún problema, por pequeño o grande que sea, tendemos en ocasiones a callárnoslo, otras a compartirlo con personas de la más sincera confianza y otras con las que, en cierto modo, sentimos que estamos “obligados” a compartirlos aunque no nos apetezca lo más mínimo.

Buscamos siempre esa palabra de apoyo que te diga “¡adelante!”, ese ánimo que nos impulse a luchar y a continuar con tenacidad si de algo estamos seguros, aunque existan etapas, -unas cortas y otras largas-, en las que los resultados se hacen esperar más de lo previsto, pero llega ese alguien y a pesar de que todo parezca negro como la boca de un lobo, en lugar de decirte “abandona, no te merece la pena”, te tiende la mano y te dice: “si tú crees que lo vas a conseguir, lo conseguirás, venga que yo estoy contigo”. Y esa voz obra milagros.

Y es que nadie sabe cómo se supera un problema hasta que no se ha visto dentro de ese problema. Desde fuera es muy fácil opinar, a veces injustamente; desde fuera del problema es muy fácil sentirse “maestro” y nos olvidamos que muchos que están dentro del problema tienen lecciones de humildad, de perseverancia y de superación que ofrecer. Por eso, cuando he visto la frase de Kafka, con la que inicio este pensamiento en voz alta de hoy, he reflexionado sobre la suerte que tenemos las personas de Fe y lo afortunados que somos los rocieros por tener a una Madre que hace suyos nuestros agobios y nuestras preocupaciones y, en lugar de mirarnos desde fuera, nos llama a estar dentro de su corazón para que escuchemos la voz de su Niño diciéndonos: “Adelante, si tú crees que lo vas a conseguir, lo conseguirás, venga que yo estoy contigo”… Y esa voz obra milagros.

En esos instantes, como si fuéramos niños que no sabemos andar, nos vamos indefensos a protegernos bajo su manto y sin apartarnos de Ella le decimos: “llévame Tú, guíame Tú, ayúdame Tú”… Y ese manto obra milagros.

Y ahí, bajo ese manto que nos rocía de Espíritu Santo a todos los que confiamos en su intercesión, quiero estar a las duras y a las maduras, ahí quiero permanecer porque es de donde se sacan las fuerzas para superarlo todo en esta vida. Bajo el manto de la Virgen del Rocío, donde se obran tantos milagros, yo confío con toda mi alma en que con mi esfuerzo y con su Gracia, se obrarán los milagros que de su mano espero.

No perdamos la Fe, que Ella nos guía.

Francisca Durán Redondo

Directora de periodicorociero.es

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