¿Y qué traes tú? Es la pregunta que me surge cuando un día nuevo llega, o cuando empieza una semana o cuando se pone de estreno un mes. Y le ha llegado el turno a febrero y vuelvo a curiosear lo mismo: ¿Qué traes tú? Porque lo que viene siempre es bueno, siempre es para bien, y desde ya lo agradezco con todo mi corazón.
Comencé el año dando gracias, porque había y hay tantos motivos para ello, que así quiero que siga siendo cada día de mi vida, una constante acción de gracias, nacida de lo más profundo de mi ser.
Le abro las puertas a febrero, como febrero me las ha abierto a mí, de par en par, dispuesta a seguir recibiendo bondades y bendiciones y ese Rocío que me ensancha el alma de alegría, de esperanza y de buenas noticias.
Iré descubriendo, siempre con Ella de la mano, siempre a la luz de la Virgen del Rocío, lo que este mes me trae, su clima desconcertante, sus sorpresas que, a buen seguro, serán agradables, sus lecciones, su enseñanza, sus días como páginas en blanco para escribir en ellas, sus colores, sus amaneceres y ocasos, sus celebraciones, sus descansos, sus fechas señaladas, sus refranes, sus olores de dulces tradicionales cuando empecemos la cuaresma, su música, sus coplas, sus olores…
Lo que me trae aún no lo sé, pero junto a la Virgen iré deshojando el almanaque con respeto, con cariño, con entusiasmo y procuraré que el peso de sus hojas se caigan de paz y bien; toda la paz y todo el bien que yo sea capaz de dar y todo lo que yo sea capaz de recibir.
Le confío este mes a la Reina de los cielos, a la Pastora de las Marismas, a nuestra bendita Madre del Rocío, con el convencimiento de que todo lo que con Ella empieza termina bien, todo lo que en sus manos se pone no se cae; todo lo que se le confía tiene los frutos de su intercesión.
Bienvenido seas, febrero. Bendito sea tu nombre por siempre, Santísima Virgen del Rocío.
Francisca Durán Redondo
Directora de periodicorociero.es