sábado, enero 25, 2025
spot_img
InicioEditorialPor si hoy se acaba el mundo

Por si hoy se acaba el mundo

Los que se dedican a predestinar el fin del mundo, no sé porqué, pero siempre eligen los meses de septiembre o diciembre. Ya anda alguno con estas historias y a mí me han hecho un gran favor, porque me ha servido para reflexionar.

Por si acaso hoy se acaba el mundo, quiero que sepas que ha sido un placer dirigirme a ti cada día, escribir pensando quién estaría leyéndome, porque solo de muy pocos conozco sus rostros.

No sé si el editorial de hoy en periodicorociero.es me dará para condensar todo lo que quisiera decir, pero empezaré por destacar lo fascinante que es la vida, incluso con sus problemas, sus preocupaciones y sus penas, es una maravilla vivir y por eso no puedo pensar en el fin del mundo sin pensar en la vida, el regalo por el que cada día que me levanto doy las gracias a las Dios, pues me ha ofrecido mucho más de lo que me ha quitado, aunque lo que me quitó me hiciera heridas muy profundas.

Podría haberte dicho más veces “Te quiero” mirándote a los ojos y, sin palabras, lo hice a mi manera. Podría haber repartido abrazos a destajo, besos por doquier y palabras cariñosas a cada paso… Y a mi manera lo hice y, a veces, esas maneras no fueron las que esperabas de mí y te pido perdón por ello. Lo increíble de la vida es que somos distintos y no fotocopias unos de otros.

Tal vez no visité a mi familia tanto como podría haberlo hecho y eso me privó de momentos especiales con ellos, pero de cada encuentro hice el único y de todos tengo lo mejor dentro de mi alma. Son tan distintas la cantidad y la calidad… Nunca os dije lo importante que sois en mi vida y hoy es una ocasión estupenda para que eso cambie: sois la mejor familia que se pueda soñar, hasta con nuestros enfados me siento muy afortunada de teneros cerca, incluso en la distancia.

Me considero rica en amigos. He conocido el don, con mayúsculas, de la amistad. Conocidos tengo por todas partes, son los que he visto en algunas ocasiones y en un ambiente de cordialidad saludo con agrado cuando vuelvo a ver. Amistades he tenido a manojos, son aquellas que ocuparon un tiempo de mi vida, llegué a compartir capítulos importantes de esta peregrinación de cada día pero luego seguimos por los caminos que mejor se adaptaban a nuestros pies y, a partir de algún tramo, no siempre coincidieron. Y amigos he tenido, tengo y tendré porque son los que permanecen para siempre, por encima del tiempo, de la distancia, de las circunstancias… Por encima de todo, los amigos son siempre amigos y como diría San Pablo en su carta a los Corintios cuando hablaba del Amor, “nunca pasan”.

Tengo tanto que agradeceros… A mis padres por el amor con el que rodearon mi vida, a mi hermano por su confianza y su generosidad, a mi sobrino por hacer que incluso escribiendo, por si se acaba el mundo, tenga su carita llenándome de vida; a mi familia por su unidad, a mis amigos por estar pendientes de mí, por estar cerca de mi dolor y por haber compartido mis alegrías. A mis profesores por lo que me enseñaron, a mis vecinos por su sonrisa y su educación cuando me dan los buenos días o las buenas tardes, a mi Iglesia por ayudarme a creer, a las personas con las que me he cruzado en el camino: de unas aprendí qué es lo que no debo hacer para hacer daño a los demás, de otras aprendí lo que hay que hacer siempre para que la convivencia sea agradable y maravillosa.

También hay cosas de las que me arrepiento. Por las veces que protesté a destiempo, dije justo aquello que no sentía realmente, o me callé cuando tendría que haber hablado, te ruego me perdones.

No sé si a esta hora habrá empezado ya a resquebrajarse el planeta, pero lo que me quede de tiempo quiero dedicarlo a crecer en el Amor, a centrarme en los ojos de la Virgen del Rocío que fueron mi luz al nacer, son Norte y Guía de mi camino y espero que sigan siendo mi descanso a partir de ahora, porque en ellos me fijo para no perder el horizonte y en sus manos me abandono para que me lleve adonde quiera.

Por si acaso hoy se acaba el mundo, Madre Santa del Rocío, voy a seguir haciendo lo que tantas veces hago cuando el temor me acecha, buscaré tu rostro con mis ojos cerrados y te cantaré aquello que repetimos en el canto de la Salve: “…Aunque mi amor te olvidare, Tú no te olvides de mí”. Y si al abrir los ojos el mundo no ha acabado haz que, de todo lo que me he arrepentido hoy, no tenga que volver a arrepentirme mañana y todo lo que quise haber hecho y no hice, desde ya lo ponga en práctica. Pero eso sí, Tú siempre conmigo y yo de tu mano, hasta que este mundo se acabe, que será cuando Dios lo quiera.

Francisca Durán Redondo

Directora de periodicorociero.es

- Publicidad -spot_img
- Publicidad -spot_img

+ NOTICIAS